lunes, septiembre 22, 2008

DÜRNSTEIN.





Nuestra llegada a Dürnstein enseguida nos hizo darnos cuenta de que estábamos en un pueblo mucho más turístico de los vistos anteriormente. Es un pueblo colgado de las colinas. Sus callejuelas estaban repletas de personas de todas las partes del mundo que buscaban entre los escaparates de souvenirs el regalo perfecto para sus seres queridos y era tanto el bullicio que tuvimos que bajar de la bici porque era casi imposible pedalear sin llevarte a alguien por delante...Finalmente terminamos junto a la orilla del Danubio donde tuvimos una comida de lo más romántica en un ambiente inmejorable. A nuestro lado un árbol nos daba sombra, la música la ponía el mismo río balanceándose entre sus pequeñas olas y detrás, a nuestras espaldas la vista preciosa de la iglesia azul de Dürnstein, rodeados de valles y colinas. Vaya, que es cierto que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.

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